Leer y escribir sobre magos y magia
La semana pasada compartimos la primera parte del cuento de Ricardo Mariño “El árbol de las
varitas mágicas”. ¿Recuerdan quién es el protagonista, qué problema se le presentó y a quién pidió
ayuda? Esta semana vamos a terminar de conocer esta historia sobre magos. Para eso, lean la se-
gunda y última parte del cuento:
El árbol de las varitas mágicas (segunda parte)
—¡BASTAA! —gritó enojado el Fabuloso Mago Kedramán—. No pienso cortar más la varita.
¡Me cansé! —el varitero lo miró asustado—. ¿Sabe qué voy a hacer? Le voy a pedir a la varita
que se arregle ella misma.
Kedramán tomó las cuatro partes de la varita y pronunció la palabra mágica: “Protomedicato...
protomedicato... ” Después pidió que la varita se arreglara sola.
Hubo como una pequeña explosión y una humareda. Kedramán y el varitero miraron
asustados.
Cuando el humo desapareció, el Fabuloso Mago Kedramán y el varitero ya no estaban en la
casa de éste, sino en una montaña de Arabia.
Ante ellos había 500 árabes con turbante blanco y un árabe con turbante rojo. El árabe con
turbante rojo miró al Mago Kedramán, al varitero, y a los 500 árabes de turbante blanco y dijo:
—Síganme...
Caminaron durante unos minutos hasta que llegaron a un bosque y se internaron en él. De
pronto, el de turbante rojo se detuvo ante un gigantesco árbol y dijo:
—Es éste. Este es el árbol de las varitas mágicas. Hay que arrancar una rama, la más alta,
y hacer con ella una varita. Enseguida, señalando a uno de los de turbante blanco, le ordenó:
—Sube tú, Abdulito.
El hombre trepó ágilmente hasta llegar a la rama más alta. La arrancó y bajó rápidamente.
Después, frotó la rama entre sus manos y se la dio al que estaba segundo en la fila. El segun-
do frotó la rama entre sus manos y se la pasó al tercero. Y el tercero al cuarto y el cuarto al
quinto, hasta llegar al número 500. Cuando el número 500 la terminó de frotar y se la pasó al
de turbante rojo, la rama era ya una varita perfectamente pulida y reluciente.
Entonces el árabe de turbante rojo hizo una reverencia y le alcanzó la varita al Fabuloso
Mago Kedramán.
No bien Kedramán agarró la varita entre sus manos, volvió a formarse la humareda. Cuando
el humo desapareció, los árabes ya no estaban, y el Mago Kedramán y el varitero volvieron a
aparecer en la casa del varitero.
—Probémosla —dijo ansioso el varitero.
—No, no hay tiempo —contestó nervioso Kedramán—. Me tengo que ir volando para el circo...
Entonces la varita tembló en las manos del mago e inmediatamente apareció una alfombra
mágica.
—¡Es un fenómeno! —exclamó el varitero—. ¡Qué bien la arreglé!
Kedramán se sentó en la alfombra y salió volando por la ventana. Pasó por encima de los
edificios de la ciudad y llegó al circo justo cuando el príncipe Patagón lo estaba anunciando.
Dio varias vueltas por encima del público y aterrizó en el centro de la pista.
El público gritaba: ¡Genio!
El único problema que tiene desde entonces el Fabuloso Mago Kedramán es que cada vez
que le pide a la varita un pan francés, aparece un pan árabe y, si le pide una camilla, aparece
un camello. Pero en todo lo demás, no falla nunca.
Mariño, R. (2004), Cuentos del circo. Buenos Aires, Ediciones Colihue.
1. Ordenen los siguientes hechos que suceden en el cuento y escríbanlos en sus carpetas o cua-
dernos después de poner el título del cuento y el nombre de su autor:
Kedramán y el varitero aparecieron en Arabia.
Los árabes obtuvieron del árbol de las varitas una nueva para Kedramán.
Kedramán se presentó exitosamente en el circo.
Kedramán le pidió a su varita que se arreglara sola.
Kedramán y el varitero regresaron a la casa del varitero.
2. Relean el último párrafo del cuento y respondan en sus carpetas o cuadernos: ¿por qué será
que ahora, cada vez que el Fabuloso Mago Kedramán le pide a la varita un pan francés aparece un
pan árabe y si le pide una camilla aparece un camello?
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