Hoy vamos a seguir conociendo el cuento “La abeja haragana”.
1. Para eso, lean un fragmento de la tercera parte del cuento que aparece a continuación.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena y que le daba sombra. Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman trompitos de eucalipto.
—Esto es lo que voy a hacer —dijo la culebra—. ¡Fíjate bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zumbando como un loco. […]
La abeja dijo:
—Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
—Entonces, te como —exclamó la culebra.
—¡Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que nadie hace: desaparecer. […]
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos. La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así:
—Ahora me toca a mí, señora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando diga “tres”, búsqueme por todas partes, ¡ya no estaré más!
Y así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente: “uno…, dos…, tres”, y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miró arriba, abajo, a todos lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido. [...]
—¡Bueno! —exclamó por fin—. Me doy por vencida. ¿Dónde estás? [...]
—Aquí —respondió la abejita, apareciendo súbitamente de entre una hoja cerrada de la plantita.
¿Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: la plantita en cuestión era una sensitiva, muy común también en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las sensitivas. De aquí que, al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto. […]
La culebra no dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla. [...]
Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la puerta de la colmena hecha por el esfuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana, sino una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
Así fue, en efecto. En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la rodeaban: […]
—Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tienden nuestros esfuerzos —la felicidad de todos— es muy superior a la fatiga de cada uno. A esto los hombres llaman ideal, y tienen razón.
No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.
¿Qué piensan? ¿Por qué cuando la víbora buscó por todos lados, incluso en la plantita, no vio a la abeja? ¿Cómo habrá logrado desaparecer? Anoten lo que pensaron en sus carpetas o cuadernos.
La abejita “desapareció” aprovechando su conocimiento sobre las plantas sensitivas, que cierran sus hojas cuando algo las toca. ¿Acertaron cuando imaginaron lo que había pasado?
3. En sus carpetas o cuadernos, escriban el título del cuento: “La abeja haragana” y una reflexión personal sobre esta historia.
1. Observen las siguientes palabras:
zumbar – zumbido – zumbona
Estas palabras pertenecen a la misma familia: tienen significados relacionados y se parecen en su forma (todas tienen la raíz zumb-).
Tener en cuenta la familia de palabras es una buena pista para resolver dudas ortográficas: si zumbar se escribe con Z, todas las palabras de la familia se escriben también con Z.
2. Observen ahora lo que ocurre en las siguientes familias de palabras:
fuerza- forzudo – forcejeo feliz–felicidad- felicitación cazar- cazador -cacería
Delante de la E (como en cacería y en forcejeo) y de la I (como en felicidad y en felicitación) la Z se cambia por C. Esta es una regla que conviene saber.
3. Teniendo en cuenta lo explicado, escriban las palabras que se describen a continuación (la palabra o palabras que escriban en cada caso será de la familia de la que está destacada en negrita).
El personaje de un cuento que siempre tenía su ropa sucia de cenizas………………...………………...
Un movimiento de la cabeza………………...………………...
Una nariz pequeñita………………...………………...
Tener un tropiezo………………...………………...
El plural de raíz, de voz y de luz………………...……………
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